Roberto Bolaño. Amberes. Barcelona: Anagrama, 2002 (Narrativas hispánicas; 331).
Después de haber leído la novela Nocturno de Chile, de la que escribí el ensayo titulado: “Nocturnidad y posoccidentalidad en la literatura latinoamericana: Del ‘Nocturno’ de José Asunción Silva a Nocturno de Chile de Roberto Bolaño”, Amberes me resulta un texto de corta repercusión. No me siento capaz de reducirlo a un argumento, incluso, no lo consideraría una novela: por su fragmentariedad, por lo anónimo de sus personajes, por la dificultad de considerar la unidad de la historia.
Pesquisas policiales transcurridas entre Castelldefels, pueblo cercano a Barcelona, y esta propia ciudad; una muchacha pelirroja entregada a placeres sadomasoquistas; las andanzas de un emigrado insomne como lo es entonces el propio Bolaños, son algunos de los motivos un tanto desarticulados, que nunca conducen a una historia coherente, que no arman una historia que progrese.
Es evidente que no son de mi gusto como lector, textos que como Amberes son de una condición experimental extrema, donde la anécdota se diluye en la niebla de la narración inapresable. Sin embargo, Bolaños sigue constituyendo para mí una próxima estación para leer.
Kevin Sedeño Guillén
Después de haber leído la novela Nocturno de Chile, de la que escribí el ensayo titulado: “Nocturnidad y posoccidentalidad en la literatura latinoamericana: Del ‘Nocturno’ de José Asunción Silva a Nocturno de Chile de Roberto Bolaño”, Amberes me resulta un texto de corta repercusión. No me siento capaz de reducirlo a un argumento, incluso, no lo consideraría una novela: por su fragmentariedad, por lo anónimo de sus personajes, por la dificultad de considerar la unidad de la historia.
Pesquisas policiales transcurridas entre Castelldefels, pueblo cercano a Barcelona, y esta propia ciudad; una muchacha pelirroja entregada a placeres sadomasoquistas; las andanzas de un emigrado insomne como lo es entonces el propio Bolaños, son algunos de los motivos un tanto desarticulados, que nunca conducen a una historia coherente, que no arman una historia que progrese.
Es evidente que no son de mi gusto como lector, textos que como Amberes son de una condición experimental extrema, donde la anécdota se diluye en la niebla de la narración inapresable. Sin embargo, Bolaños sigue constituyendo para mí una próxima estación para leer.
Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia
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