Sunday, April 26, 2009

Roland Barthes. "El discurso de la historia" - Reseña


Barthes, Roland. “El discurso de la historia”.
El susurro del lenguaje.

Barcelona: Paidós, 1994. pp. 163-177.


“El discurso de la historia”, ensayo publicado originalmente por Roland Barthes en Information sur les sciences sociales (1967), se propone deconstruir las tipologías tradicionales de los discursos, haciendo énfasis en la difuminación de las fronteras entre el relato ficticio y el relato histórico.

Sus hipótesis al respecto podrían resumirse en las siguientes preguntas en relación con la filiación del relato histórico: “¿difiere realmente, por algún rasgo específico, por alguna indudable pertinencia, de la narración imaginaria, tal como la podemos encontrar en la epopeya, la novela, el drama? Y si ese rasgo –o esa pertinencia- existe, ¿en qué punto del sistema discursivo, en qué nivel de la enunciación hay que situarlo?” (164).

Estas hipótesis conducen a Barthes a emprender un análisis del discurso de historiadores clásicos como Herodoto, Maquiavelo, Bossuet y Michelet, en relación con la enunciación y sus protagonistas (shifters de escucha, de organización y de destinación), el enunciado (colecciones de “existentes” y “ocurrentes”) y la significación, aspecto este en el que profundizaremos a continuación.

Para Barthes, el significado es inherente al discurso histórico, salvo en aquellas series desestructuradas que constituyen las cronologías y los anales. El discurso histórico “revestido”, se valdría de los hechos relatados a manera de índices o núcleos con valor indicial en los que radica el significado, al menos en dos niveles: uno inmanente, concedido voluntariamente a los hechos por el historiador y un segundo nivel, correspondiente al “significado trascendente a todo el discurso histórico” (173). Según esto: “el historiador recopila menos hechos que significantes y los relaciona, es decir, los organiza con el fin de establecer un sentido positivo y llenar así el vacío de la pura serie” (174).

En este mismo sentido y por la misma estructura, el discurso histórico no escapa a su condición intrínseca de “elaboración ideológica” o “imaginario”, como prefiere denominarla Barthes. Esta condición se sustentaría en la paradoja de que el hecho sólo puede existir como término lingüístico que hace parte de un discurso, a pesar de que se presenta como si fuera una simple copia del campo extraestructural de la realidad: “Este discurso es, sin duda, el único en que el referente se ve como exterior al discurso, sin que jamás, sin embargo, sea posible acercarse a él fuera de ese discurso”.

Una descomposición imaginaria del discurso histórico conduciría a una separación entre el referente y el discurso, en un primer momento; para luego intentar confundir el significado con el referente: “el discurso, encargado simplemente de expresar la realidad, cree estar economizando el término fundamental de las estructuras imaginarias, que es el significado” (175). El esquema semántico del discurso histórico, como el de todos los de pretensión “realista”, pretende erigirse sólo en el referente y el significante, escamoteando la existencia del significado: “En otros términos, en la historia ‘objetiva’, la ‘realidad’ no es nunca otra cosa que un significado informulado, protegido tras la omnipotencia aparente del referente. Esta situación define lo que podría llamarse el efecto de realidad”.

El lugar privilegiado que ha venido a ocupar el “efecto de realidad” en la civilización occidental, desde tiempos históricos, habría conducido al desarrollo de géneros como la novela realista, el diario íntimo, la literatura documental, la fotografía, entre otros.

La muerte de la narración histórica, como resultado de la sustitución de lo real por lo inteligible, es la última conclusión a la que alude Roland Barthes, tras su minucioso análisis del discurso histórico, valiéndose de herramientas provenientes de una lingüística del texto, que se propone desestabilizar la antigua jerarquía de los discursos, restituyendo a la historia su simple condición narrativa.

Kevin Sedeño Guillén

Universidad Nacional de Colombia

“Nathanaël, tira mi libro”: Lecturas y reescrituras de Don Quijote


Don Quijote alrededor del mundo.

Prefacio de Harold Bloom; Margaret Atwood… [et al.]

Barcelona: Instituto Cervantes, Galaxia Gutemberg, Círculo de Lectores, 2005.

ISBN Instituto Cervantes 84-88252-53-6.


El Instituto Cervantes, custodio oficial del grial cervantino, encarga a Harold Bloom el dar inicio a uno de los tantísimos textos publicados a propósito del cuarto centenario de la aparición de la primera parte del Quijote (1605). Bloom nos propone que: “La pregunta de la isla desierta («¿Qué libro te llevarías?») no tiene una respuesta universal, pero la mayor parte de los lectores asiduos y con un criterio auténtico elegirían entre estos tres: la Biblia británica autorizada por el rey James, las obras completas de Shakespeare y el Don Quijote de Miguel de Cervantes” (9)[1].

Un texto de la escritora canadiense Margaret Atwood, que convoca a “vidas póstumas, o al menos poscervantinas, de don Quijote” (18) -como mister Pickwick, los protagonistas de El séptimo sello de Bergman, y Holmes y Watson, antes de detenerse un poco en la versión para ópera (2000) del Quijote, que presenció en el Teatro Real de Madrid-, inicia en propiedad esta recopilación de lecturas, que en su aspiración a la “universalidad”, no incluye ningún autor del ámbito lingüístico hispánico. La de Atwood resulta en una visión episódica que escapa apenas de la intrascendencia por recorridos como este:

Para lectores del siglo dieciocho como el doctor Johnson, el ajado caballero no sólo era infinitamente divertido sino, también, una clave para comprender la naturaleza humana; para los románticos, don Quijote era un héroe romántico que corría en vano tras un ideal de belleza; para los realistas, Cervantes fue el primer realista; para los modernistas, fue el primer moderno; para los surrealistas era surrealista y para los posmodernos fue el primer posmoderno. Al
parecer, don Quijote se convierte en quienquiera que lo lee (18).

La reescritura como forma responsable de lectura, es lo que propone el texto de Tahar Ben Jelloun, escritor y poeta marroquí en lengua francesa, en el que Cide Hamete Benengeli se encuentra personalmente con Cervantes en la contemporaneidad de la ciudad norafricana de Tánger, para combatir entuertos que se concretan en este caso, en el rescate del abandonado edificio del Teatro Cervantes de esa ciudad. Pero el enfrentamiento del idealismo contra la persistencia del espíritu neocolonial, conducen a un redescubrimiento de la novela cervantina en sí misma, que transforma el destino de una vida eterna para su autor, en el futuro de un libro siempre redescubierto.

El texto del escritor húngaro Péter Esterházy se mueve entre la interpretación y la recreación del Quijote, lo que lo hace difícil de clasificar. Constituye una narración en la que reaparece el Pierre Ménard borgiano, identificado aquí con Kornél Esti
–personaje de una novela del también escritor húngaro Dezso Kosztolányi (1885-1936)- y convertido a la vez en Cervantes, don Quijote y Sancho a un tiempo – a la manera del Tartarín de Tarascón de Daudet, como nos lo
recuerda Esterházy. El propósito queda fijado en palabras del propio autor:

Este deseo de narrar no es una prueba pudorosa de mi hartazgo de la intertextualidad: ¡qué estupidez sería enfrentar las dos cosas! Puedo afirmar que la intertextualidad nunca me interesó sobremanera, sobre todo puesto que no es una cuestión de interés; los libros siempre se hallan entre libros, y si algún libro se adelanta mucho y se queda por tanto más solo de lo habitual, que es lo que ocurre en el caso del Quijote, él mismo crea espontáneamente su intertextualidad. No existe serpiente posmoderna que se muerda «mejor» su propia cola que el Quijote (50).

Narración y reflexión conviven también en la propuesta del escritor albanés Ismail Kadare. Para él existiría una relación secreta entre las tres penínsulas meridionales de Europa, la Balcánica, la de los Apeninos y la Ibérica: “En el terreno de la genialidad que se vincula con la literatura, estas tres penínsulas han engendrado como poco un tercio del tesoro mundial. Estamos hablando de los poemas homéricos, de las tragedias griegas, de los poemas latinos, de Dante Alighieri y finalmente de Cervantes. Junto con Inglaterra e Irlanda, si tomásemos éstas por una cuarta península escindida, representarían tal vez la mitad de ese patrimonio” (69-70). Kadare indaga también sobre la supuesta exclusión en el Quijote de los grandes descubrimientos geográficos y las guerras de su tiempo, concluyendo al respecto que la explicación estaría en que la novela “se encuentra más próxima a los denominados recorridos interiores de la humanidad” (72): “Este barrio del mundo está ya por otra parte acostumbrado a tales itinerarios, los que tienen lugar no en su superficie, sino en el interior del cerebro humano. Tal fue el recorrido de Odiseo por el mundo subterráneo. Más tarde, el de Eneas, tal como nos lo muestra Virgilio. Luego el más famoso de todos, el de Dante” (72-73).

J.M.G Le Clézio –escritor francés- parte de su primera lectura, en un ejemplar de 1845 que perteneciera a su bisabuelo, quien fuera magistrado en la isla Mauricio, para explorar distintas aristas del Quijote: la saga de antihéroes de la literatura occidental descendientes de don Quijote y Sancho Panza, su realismo romántico, la toma de posición en relación con la expulsión de los moriscos de España, la actualidad de la novela, etc. La lectura de Le Clézio proyecta el texto de Cervantes contra el fondo de la problemática social contemporánea.

En “Utopía y desencanto”, el escritor, traductor y académico italiano Claudio Magris insiste en Don Quijote como héroe de la Modernidad: “Sale al mundo no tanto para conquistarlo como para buscar y verificar su sentido. Pero tal sentido no existe, y su búsqueda obstinada acarrea al caballero catástrofes, palizas e indecorosas humillaciones que, sin embargo, no afectan su profunda ansia (…) La utopía da sentido a la vida porque insiste, contra todas las pruebas que demuestran lo contrario, en que la vida tiene un significado” (108). Pero Magris no descuida la importancia de Sancho Panza, porque don Quijote sin él, “sería tan peligroso como lo es la utopía cuando ultraja la realidad, confundiéndola con su propio sueño e imponiendo brutalmente ese sueño sobre los demás, como suele ser el caso de las utopías políticas y totalitarias” (109).



La “Dulcinea” de la narradora brasileña Nélida Piñón, por su parte, encarna una lectura en clave femenina de la novela cervantina, que se establece en la dicotomía entre la ideal Dulcinea del Toboso –“intangible e inefable para el resto de los hombres” (113)- y Maritornes, que encarnaría la femineidad avasallada: “De nada servía que el escudero le prohibiera la fantasía. Ella aspiraba a ser inventada por un tal Cervantes, responsable del libro del que también ella era personaje, el único poeta capaz de esgrimir su verbo para librarla de lo que decían de ella”… (125)

El escritor y ensayista francés Michel Tournier esgrime los derechos del lector, al proyectar su compresión del texto cervantino sobre el manto de sus propias lecturas: La vuelta al mundo en ochenta días (1872), de Julio Verne; Madame Bovary (1857), de Flaubert; Los alimentos terrenales (1897), de André Gide; el Werther (1773), de Goethe. El orden de las lecturas no corresponde al tiempo cronológico, sino al tiempo alterno del lector, experiencia de la alteridad que lleva al personaje del Quijote en su lecho de muerte a pedir a sus albaceas –rememora Tournier-, que si se encuentran con el “«autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha (…), de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates»” (cit. en 139).

Con “Don Quijote y los judíos”, texto del prosista, dramaturgo y ensayista judío-israelí Abraham B. Yehoshúa, se cierra el conjunto de lecturas incluidas en Don Quijote alrededor del mundo (2005), caracterizado especialmente por provenir de autores que no son, en su mayoría, expertos en el estudio de la obra de Miguel de Cervantes. Yehoshúa insiste en la escena definitiva, analizada también por Tournier, de condena por parte del Quijote de la propia historia en la que es personaje, lo que utiliza, valiéndose de una “interpretación alegórica”, para analizar la confrontación que se da, según él, en el Israel actual, entre realidad política-social y los “viejos libros”: “Naturalmente, no tenemos que quemar esos libros, como ocurre en la novela de Cervantes, pero sí debemos aprender a tener cuidado con ellos y, sobre todo, hemos de saber otorgarles el lugar que les corresponde”…(153)

La negación de los libros de caballería, del propio El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y, con esta negación, el llamado al restablecimiento del equilibrio entre lectura y realidad que, con Abraham B. Yehoshúa, implica el reposicionamiento de nuestra relación con los “viejos libros”, nos remite a las palabras de Gide que encabezan estas páginas (“«Ahora, Nathanaël, tira mi libro. Emancípate, déjame»”… (cit. en Tournier, 132). Según todos ellos, el libro constituiría una estación en la vida del lector, que debiera ser superada para partir a la búsqueda de la verdad personal en la propia vida.

El extremismo reductor de Bloom, que conducía desde la “autorizada” voz académica, a una aporía similar a la que deriva de la misma pregunta, pero en boca de una banalizante presentadora de la televisión privada, de un país de cuyo nombre no quiero acordarme, parece superada en el propio ámbito de Don Quijote alrededor del mundo, donde se avanza en la desacralización del libro como fetiche. Si existen tantas lecturas como lectores y una lectura ideal debiera ser considerada como una reescritura, pudiéramos concluir que el Libro, así con mayúsculas hieráticas, es una entidad que carece de realidad propia, más camino que lugar de llegada, con lo que el Don Quijote de Cervantes restablecería su condición de mera estación en el camino de las lecturas y de los lectores por venir.

Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia
2007

[1] Las negrillas son nuestras, siempre que no se indique otra cosa.

Amberes: un experimento de difícil lectura

Roberto Bolaño. Amberes. Barcelona: Anagrama, 2002 (Narrativas hispánicas; 331).

Después de haber leído la novela Nocturno de Chile, de la que escribí el ensayo titulado: “Nocturnidad y posoccidentalidad en la literatura latinoamericana: Del ‘Nocturno’ de José Asunción Silva a Nocturno de Chile de Roberto Bolaño”, Amberes me resulta un texto de corta repercusión. No me siento capaz de reducirlo a un argumento, incluso, no lo consideraría una novela: por su fragmentariedad, por lo anónimo de sus personajes, por la dificultad de considerar la unidad de la historia.

Pesquisas policiales transcurridas entre Castelldefels, pueblo cercano a Barcelona, y esta propia ciudad; una muchacha pelirroja entregada a placeres sadomasoquistas; las andanzas de un emigrado insomne como lo es entonces el propio Bolaños, son algunos de los motivos un tanto desarticulados, que nunca conducen a una historia coherente, que no arman una historia que progrese.

Es evidente que no son de mi gusto como lector, textos que como Amberes son de una condición experimental extrema, donde la anécdota se diluye en la niebla de la narración inapresable. Sin embargo, Bolaños sigue constituyendo para mí una próxima estación para leer.

Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia

Una metáfora sobre el arte de narrar o La máquina de Macedonio


Ricardo Piglia.
La ciudad ausente.
4 ed.
Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1993.

La ciudad ausente es una novela policial –“Todo relato es policial”… (168) según Ricardo Piglia- ambientada en un clima de intensa represión política, pero es también una “novela río” (176), en la propia terminología de Piglia, debido a su carácter de aluvión, al arrastrar múltiples historias que se entrecruzan y se integran en la historia principal.

La aparente anécdota central es la de Junior, periodista de origen inglés, que conduce una pesquisa en torno a una misteriosa máquina atribuida a Macedonio Fernández, que tiene la posibilidad de reescribir narraciones partiendo de historias que se le introducen e incluso, en un momento de su desarrollo, a partir de elementos tomados directamente de la realidad. Esta anécdota parece convertirse en un distractor para dedicarse a dialogar con una sociedad aterrorizada por la tortura, la desaparición forzada y el crimen de Estado; y para establecer una metáfora contemporánea sobre el arte de narrar en sí mismo, en un mundo presidido por Finnegans Wake de Joyce.

La novela adolece, como buena parte de la literatura argentina, de un sentido de autoreferencialidad que sólo dialoga con sus propios antecedentes literarios: Borges, Macedonio Fernández y quizás Julio Cortázar, entre otros autores. Quizás también de cierto exceso de literariedad, de una concepción de novela excesivamente centrada en lo literario en sí como realidad autónoma que se margina de lo "real".

Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia

Jamás escríbí cartas



Diamela Eltit. “Los vigilantes”. Tres novelas.

Prólogo de Sandra Lorenzano.

México: Fondo de Cultura Económica, 2004. pp. 27-139.


El argumento de la novela Los vigilantes (1994) puede resumirse como el conflicto que se establece entre una mujer y su esposo separados, en torno a la educación de su hijo común, que sufre de retardo mental. La protagonista escribe cartas a su ex – esposo en las que le expone sus conflictos con la madre de él, con sus vecinos y con unas fuerzas represivas de la sociedad que aparecen acechantes, aunque veladas. Todos ellos en conjunto constituyen esos vigilantes que agraden la intimidad de su hogar, cuestionan la manera en que educa a su hijo retrasado y castigan toda manifestación de diferencia, encarnada precisamente en este niño atípico.

Ella no escribe en realidad cartas, porque no está esperando o porque no recibe nunca respuestas, aunque parece responder comunicaciones recibidas, pero estas no aparecen en el texto. Sólo quiere dar testimonio de sí misma, dejar dicho y evitarse así la vergüenza de no haberse opuesto a la represión totalitaria. Como ella mismo lo afirma: “Si las pruebas contundentes de este juicio radicaran en lo escrito, lo escrito es la razón de mi condena. Pero quiero insistir, y eso se sabe, que jamás escribí cartas, sólo escribí para no llenarme de vergüenza” (125). Sin embargo, el poder vence a la capacidad de denuncia de la protagonista, como testimonia su hijo: “Pero mamá ahora no escribe porque busca confundirse con la noche” (131).


Kevin Sedeño Guillén

Universidad Nacional de Colombia

Stuart Hall. "Introducción: ¿quién necesita 'identidad'?" - Reseña


Hall, Stuart. “Introducción: ¿quién necesita ‘identidad’?”.
Cuestiones de identidad cultural.
Stuart Hall y P. Dugay, compiladores.
Buenos Aires: Amorrortu, 2003. pp. 13-39.


El texto da cuenta del proceso simultáneo de “explosión discursiva” y “crítica minuciosa” a que ha sido sometido el concepto de “identidad” y opta a su vez por una crítica del término desde la deconstrucción y muy cercana al campo psicoanalítico. Uno de los primeros caminos que lleva a Hall a restablecer la necesidad de volver sobre el debate se basa en que:

A diferencia de las formas de crítica que apuntan a reemplazar conceptos inadecuados por otros “más verdaderos” o que aspiran a la producción de conocimiento positivo, el enfoque deconstructivo somete a “borradura” los conceptos clave. Esto indica que ya no son útiles –“buenos para ayudarnos a pensar”- en su forma originaria y no reconstruída. Pero como no fueron superados dialécticamente y no hay otros conceptos enteramente diferentes que puedan remplazarlos, no hay más remedio que seguir pensando con ellos (…) La línea que los tacha permite, paradójicamente, que se los siga leyendo (13-14).

Es decir, que la identidad ya no nos es útil, dentro del paradigma inicial en que se le generó, pero no ha sido reemplazada aún por un nuevo concepto que cumpla una función explicativa similar: “…una idea que no puede pensarse a la vieja usanza, pero sin la cual ciertas cuestiones claves no pueden pensarse en absoluto” (14). Otra posible vía enunciada por Hall sería la de la “irreductibilidad del concepto de identidad” (14), pensada en relación con su centralidad para la cuestión de la agencia y de la política, en el campo de “una teoría de la práctica discursiva, en el sentido foucaultiano. Es en este campo que se reitera la “identificación”, como un “intento de rearticular la relación entre sujetos y prácticas discursivas” (15). Por diferencia a la identidad, la identificación:

…se construye sobre la base del reconocimiento de algún origen común o unas características compartidas con otra persona o grupo o con un ideal, y con el vallado natural de la solidaridad y la lealtad establecidas sobre el fundamento (…) Aunque no carece de condiciones determinadas de existencia, que incluyen las recursos materiales y simbólicos necesarios para sostenerla, la identificación es en definitiva condicional y se afinca en la contingencia (15).

Mediante el uso de algunos mecanismos psicoanalíticos de origen freudiano, Hall se propone un desplazamiento del concepto de identidad, de lo esencialista a lo estratégico y posicional, lo que lo conduce a que este:

…no señala ese núcleo estable del yo que, de principio a fin, se desenvuelve sin cambios a través de todas las vicisitudes de la historia; el fragmento del yo que ya es y sigue siendo siempre “el mismo”, idéntico a sí mismo a lo largo del tiempo. Tampoco es –si trasladamos esta concepción esencializadora al escenario de la identidad cultural- ese “yo colectivo o verdadero que se oculta dentro de los otros muchos ‘yos’, más superficiales o artificialmente impuestos, que un pueblo con una historia y una ascendencia compartidas tienen en común” (Hall, 1990)… (17)

El sometimiento de la identificación a un proceso de “historización radical”, al cambio y a la transformación, inserta la preocupación de Hall en el campo poscolonial, muy cercano en esto a los planteamientos de Edward Said en Orientalism, pues más que con un origen en un pasado histórico

…las identidades tienen que ver con las cuestiones referidas al uso de los recursos de la historia, de la lengua y la cultura en el proceso de devenir y no de ser; no “quienes somos” o “de donde venimos” sino en que podríamos convertirnos, cómo nos han representado y como atañe ello al modo como podríamos representarnos. Las identidades se constituyen dentro de la representación y no fuera de ella (17-18).

Las identidades se constituirían entonces dentro de la “narrativización del yo”, sin que su naturaleza ficcional –según Hall- socave su “efectividad discursiva, material o política” y: “Precisamente porque las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él, debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas, mediante estrategias enunciativas específicas. Por otra parte, emergen en el juego de modalidades específicas de poder…” (18) De igual modo las identidades se construyen a través de la diferencia: “sólo pude construirse a través de la relación con el Otro, la relación con lo que él no es, con lo que justamente le falta, con lo que se ha denominado su afuera constitutivo (…)” (Hall, 2003: 18). De ese modo toda identidad tendría un “margen”, en forma de exceso, cuya homogeneidad interna más que fundacional es una forma construida de cierre: “Si (…) una objetividad logra afirmarse parcialmente, sólo lo hace reprimiendo lo que la amenaza. Derrida demostró que la constitución de una identidad siempre se basa en la exclusión del algo y el establecimiento de una jerarquía violenta entre los dos polos resultantes” (19).

Tras un profundo debate con Althusser, Lacan y Foucault, Stuart Hall se niega a aceptar la proposición de Foucault de que “en el hombre nada – ni siquiera su cuerpo- es suficientemente estable para servir de base al autorreconocimineto o a la posibilidad de comprender a otros hombres” (Cit. en Hall, 2003: 28-29), con lo que penetra en un amplio debate sobre el cuerpo, desde la perspectiva feminista, que no es de nuestro interés en esta reseña.

Kevin Sedeño Guillén

Universidad Nacional de Colombia

Michel Foucault. "El sujeto y el poder"


Foucault, Michel. “The subject and the power” (El sujeto y el poder).
En: Michel Foucault: beyond structuralism and hermeneutics (Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermeneútica); Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow. 2 ed.
Chicago University Press, 1983. [tr. al español Santiago Carassale y Angélica Vitale http://textospsi.galeon.com/foucault4.html (19/04/2008)]

En el texto que se reseña Foucault parte de afirmar que no se ubica en las ideas ni una teoría, ni una metodología”, restándole carácter general y de ley científica a las afirmaciones que hará. Según él el propósito de su texto no ha sido “ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos” Para esto dice haberse enfrentado a tres formas de objetivaciones que transformarían a los seres humanos en sujetos: “el modo de investigación que trata de darse a sí mismo el estatus de ciencia”; las "prácticas divisorias", en las que el sujeto está dividido tanto en su interior como dividido de los otros, lo cual lo objetiva y finalmente, “los modos en que los seres humanos se transforman a sí mismos en sujetos”.

De este modo considera Foucault que el tema general de su investigación “no es el poder sino el sujeto”, aunque de haya visto implicado en el análisis de las relaciones de poder en sí mismas, pues: “Si bien, la teoría y la historia económica proveen de buenos instrumentos para las relaciones de producción, -así como la lingüística y la semiótica ofrecen buenos instrumentos para el estudio de las relaciones de significación- no sucede lo mismo en el caso de las relaciones de poder”. En algunos casos se ha recurrido, para pensar las formas de poder, a modelos legales -“¿qué legitima al poder?”- o a modelos institucionales – “¿qué es el Estado?”, lo que lo lleva a proponerse ampliar esas dimensiones de la definición de poder.

Parte así de la pregunta por la necesidad de una teoría sobre el poder a la que responde que: “Desde el momento en que una teoría presupone una objetivación dada no puede ser tomada como la base de un trabajo analítico. Pero este trabajo analítico no puede proceder sin una conceptualización permanente, la cual, implica un pensamiento crítico, una revisión constante”. Se plantea entonces unas "necesidades conceptuales", que implican “la conceptualización no debería estar fundada en una teoría del objeto, ya que el objeto conceptualizado no es el único criterio para una buena conceptualización”, sino que se deberían tener en cuenta las condiciones históricas que motivan la conceptualización. Por otro lado y considerando el tipo de realidad al que se enfrenta el estudioso decide partir de las “enfermedades de poder” que le permite afirmar que lo que se necesita:

…es una economía de las relaciones de poder, la palabra economía usada en su sentido teorético y práctico. En otras palabras, desde Kant, el rol de la filosofía es prevenir a la Razón de ir más allá de los límites de lo que es dado en la experiencia, pero desde esta época, -es decir con el desarrollo de los estados modernos y la organización política de la sociedad- el rol de la filosofía también ha sido mantenerse atenta a los abusos del poder de la racionalidad política, lo cual es una pretensión bastante alta.

Este análisis lo lleva a establecer que la relación entre racionalización y excesos de poder político es explícíto, pero que juzgar a la razón no es la vía a escoger. La pregunta entonces sería si debemos enfocarnos entonces en “esta forma de racionalismo que parece específico de nuestra cultura moderna, y que tuvo su origen en la Aufklärung”. Su vía no coincide en esto –según él- con la asumida por algunos miembros de la Escuela de Frankfurt, sino que se propone sugerir otra manera de investigar la relación entre racionalización y poder. Ante todo no tomar la racionalización como un todo sino analizando estos procesos en campos diversos: locura, enfermedad, muerte, crimen, sexualidad, etc., desechar la noción de racionalización y asumir las distintas racionalidades, lo que implicaría también “tomar como punto de partida, a las formas de resistencia contra las diferentes formas de poder (…) Más que analizar el poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, consiste en analizar relaciones de poder a través del antagonismo de estrategias”.

Ya en un punto central del texto, Foucault se propone caracterizar que tienen en común una serie oposiciones contemporáneas que ha observado (hombre- mujer, padres-niños, psiquiatría-enfermedad mental, medicina-población, administración-forma de vivir de la gente), concluyendo inicialmente que:

Son luchas "transversales", no limitadas a un país.

El objetivo de estas luchas son los efectos del poder en sí.

Son luchas "inmediatas".

Son luchas que cuestionan el status del individuo: por un lado, afirman el derecho a ser diferentes y subrayan todo lo que hace a los individuos verdaderamente individuos. Por otro lado, atacan lo que separa a los individuos entre ellos.

Luchan contra los privilegios del conocimiento. “Lo que se cuestiona es el modo en que el conocimiento circula y funciona, sus relaciones con el poder. En otras palabras, el régime du savoir (régimen de saber)”.

Giran en torno a la pregunta: "¿Quiénes somos nosotros?". “Son un rechazo a las abstracciones de la violencia económica e ideológica, que ignoran quienes somos individualmente como también son un rechazo a la inquisición científica y administrativa que determina quien es uno”.

“El objetivo principal de estas luchas no es atacar tanto a tal o cual institución de poder, grupo, elite, clase, sino más bien a una técnica, a una forma de poder”:

Esta forma de poder emerge en nuestra vida cotidiana, categoriza al individuo, lo marca por su propia individualidad, lo une a su propia identidad, le impone una ley de verdad que él tiene que reconocer y al mismo tiempo otros deben reconocer en él. Es una forma de poder que construye sujetos individuales. Hay dos significados de la palabra sujeto; sujeto a otro por control y dependencia y sujeto como constreñido a su propia identidad, a la conciencia y a su propio autoconocimiento. Ambos significados sugieren una forma de poder que sojuzga y constituye al sujeto.

Para Foucault existirían entonces tres tipos de luchas: luchas contra las formas de dominación (étnicas, sociales y religiosas); luchas contra formas de explotación que separan a los individuos de aquello que ellos mismos producen y luchas contra aquello que ata al individuo a sí mismo y los subsume a otros de esta forma (luchas contra la sujeción, contra formas de subjetividad y sumisión). Tras un abarcador recorrido histórico del poder en el devenir de las sociedades, el autor da cuenta de una combinación que se hace evidente entre las técnicas de individualización y los procedimientos de totalización, lo que lo llevará a postular al Estado occidental moderno como un “poder pastoral”, palabra que designaría una forma especial de poder caracterizada por:

Tiene como último objetivo la salvación individual en el otro mundo.

No es meramente una forma de poder que guía, sino que debe ser preparado para sacrificarse a sí mismo por la vida y la salvación de la carne.

No atiende solamente a la comunidad en su globalidad, sino a cada individuo en particular durante su vida entera.

No puede ser ejercida sin el conocimiento de las mentes humanas, sin explorar sus almas, sin hacerles revelar sus más íntimos secretos.

Podrían distinguirse dos aspectos del poder pastoral, el de la institucionalización eclesiástica, desaparecido prácticamente a partir del siglo XVIII y el de su propia función, diseminado y multiplicado más allá de la institución eclesiástica. Al respecto refiere Foucault que el poder pastoral: “Dejó de ser una cuestión de guiar a la gente para su salvación en el más allá, para pasar a ser una cuestión de asegurar su salvación en este mundo. En este contexto entonces, la palabra salvación toma significados diferentes: salud, bienestar (riqueza suficiente, nivel de vida) seguridad y protección contra accidentes”
En su desentrañamiento del poder el autor distingue los “relacionamientos comunicacionales” de las relaciones de poder, lo que no equivale a decir que el campo de las cosas, el de la comunicación y el campo de la dominación estén separados, sino que constituyen tres tipos de relacionamientos que se superponen uno sobre otro:

…lo que define una relación de poder es que este es un modo de acción que no opera directa o inmediatamente sobre los otros. En cambio el poder actúa sobre las acciones de los otros: una acción sobre otra acción, en aquellas acciones existentes o en aquellas que pueden generarse en el presente o en el futuro. Una relación de violencia actúa sobre un cuerpo o cosas, ella fuerza, doblega, destruye, o cierra la puerta a todas las posibilidades (…) una relación de poder sólo puede ser articulada en base a dos elementos, cada uno de ellos indispensable si es realmente una relación de poder: "el otro" (aquel sobre el cual es ejercido el poder) ampliamente reconocido y mantenido hasta el final como la persona que actúa; y un campo entero de respuestas, reacciones, resultados y posibles invenciones que pueden abrirse, el cuál está enfrentando a una relación de poder.

Según Foucault la libertad es una condición para el ejercicio del poder, este sólo puede ejercerse sobre sujetos libres: “En este juego la libertad bien puede aparecer como la condición para ejercer el poder (al mismo tiempo que es su precondición, ya que la libertad debe existir para que el poder pueda ser ejercido, y a la vez ser su apoyo permanente, ya que sin la posibilidad de resistencia, el poder podría ser equivalente a la imposición física)”.


Kevin Sedeño Guillén

Universidad Nacional de Colombia

Novela escrita para mujeres que orinan Chanel No. 5


Lina María Pérez.

Mortajas cruzadas

Bogotá: Seix Barral, 2008.

ISBN 13: 978-958-42-1868-1.


¿La escritura de buenos cuentos conduce inevitablemente a la producción de una buena novela? La experiencia de algunos de los más grandes narradores de todos los tiempos, ha hecho pensar que la escritura de una novela es muchas veces el resultado de una continua y prolongada escritura de buenos cuentos. Sin embargo, para desequilibrar este axioma no escrito está, por ejemplo, la experiencia de Jorge Luis Borges, que nunca condujo su maestría en la escritura de relatos al denominado género mayor.

La escritora bogotana Lina María Pérez (1949), ganó en 1999 el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo de Radio Internacional de Francia, en la modalidad de género negro, con su cuento “Silencio de neón”. Un año después su cuento “Sonata en mí” obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Cuento Pedro Gómez Valderrama, convocado por la Biblioteca Gabriel Turbay y el Instituto Municipal de Cultura de Bucaramanga y en el 2003 “Bolero para una noche de tango”, el XXXII Premio Internacional de Cuentos Ignacio Aldecoa, en España. Por esas fechas publicaría también: Cuentos sin antifaz (Arango Editores, 2002, cuentos), Vladimir Nabokov: A la sombra de una nínfula (Panamericana Editorial, 2004, biografía), el cuento infantil Martín Tominejo (Panamericana Editorial, 2006) y Cuentos punzantes (Panamericana Editorial, 2006). Su obra conocida hasta entonces hizo afirmar a la profesora Helena Araujo que: “Pese a su afición por el «Romanticismo negro» y a desenlaces que parecen tan sorpresivos como inverosímiles, su discurso riguroso y transparente la instala en las más promisorias vanguardias”.

Las habilidades narrativas largamente desarrolladas en la escritura de cuentos por Lina María Pérez, la han conducido a la publicación de Mortajas cruzadas (Seix Barral, 2008), su primera novela que ve la luz. Este libro constituye un texto bien estructurado que se deja leer hasta su final, en el que alternan las voces de Oliviana, estudiante de Sociología de la Universidad Nacional con interés por la literatura y Adolfo, escritor que luego de publicar una novela aclamada por la crítica, parece haberse volcado a un profundo marasmo creativo, quienes se unen en torno a una investigación sobre las costumbres funerarias en Bogotá, que debía conducir a este último a la escritura de su próxima novela. La investigación, que no es más que una disculpa de Adolfo para llevarse a la cama a la joven, da paso a una forzada trama que además de presentar numerosos velatorios en las más encopetadas funerarias de la ciudad, los encuentros sexuales de Oliviana con un joven guerrillero guajiro, el asesinato de un conocido editor homosexual, una inconexa historia sobre robos en funerarias y otras innumerables peripecias, se alterna a su vez con una novela dentro de la novela, también titulada Mortajas cruzadas, que va escribiendo cada cierto número de capítulos el personaje de Adolfo y que compite en inverosimilitud con la propia novela de Lina María Pérez.

Intentemos reformular la cuestión que da inicio a esta reflexión y preguntémonos entonces cómo puede una supuesta buena cuentista terminar escribiendo una mala novela. La relación entre los autores y sus lectores parte de una especie más o menos explícita de contrato, que considera aspectos como el respeto de las normas del género, de ciertas convenciones espacio-temporales, pero especialmente, de un horizonte de expectativas que se establece en los textos y que condiciona lo que cada lector espera de un libro dado. En relación con Mortajas cruzadas, asumimos que esas expectativas hacen parte de la siguiente propuesta colocada en voz de Adolfo: "- Me propongo examinar nuestras costumbres funerarias, narrarlas en un espacio estético… sí, eso es… (…), usted asistirá a los velorios, a los cementerios, a los crematorios, a las iglesias… La contrato para mirar: eso es todo. En un país con tantos muertos, es una estupidez no aprovecharlos para contar, o mejor interpretar la forma como les echamos tierra" (21).

Intentar dilucidar estéticamente el origen de los conflictos sociales del país y, especialmente, acercarse al drama de las muertes violentas en Colombia, es una cuestión que las estadísticas no pueden resolver y que sigue esperando por interpelaciones consecuentes por parte de la literatura y las distintas formas del arte nacional. Tras esa propuesta comienzan a reunirse en la novela recortes de periódicos sobre asesinatos, visitas a funerarias predominantemente exclusivas de Bogotá y hasta uno que otro asesinato incluido en la propia historia, que alimentan una trama que deviene policíaca, limitándose al “drama” de los robos en las funerarias citadinas. Por ahora tendrán que seguir esperando los miles de desplazados que abandonan sus pueblos, dejando a sus muertos en una tierra que se les ha arrebatado y a la que muchos no podrán volver, por una novela que trate de una manera más profunda, el drama de sus “costumbres funerarias”.

Crucigramas incompletos que insinuaban ofrecer un espacio no cerrado para la participación del lector en la novela e interactuar desde sus palabras cruzadas con el título de la misma. Una comunidad gay a la espera de un tratamiento propositivo de las violencias de las que es víctima, más allá de un manido asesinato de un personaje homosexual por su esposa despechada en el barrio Chapinero alto. En fin, un tratamiento novedoso de los cruces entre la realidad y la ficción, abordado con mayores logros en múltiples textos anteriores. Son otras tantas insatisfacciones que hacen parte de la nómina de expectativas no cubiertas por Mortajas cruzadas.

En un encuentro sostenido con estudiantes de literatura de la Universidad Nacional de Colombia, debido a la organización de la profesora Alejandra Jaramillo Morales y su curso de Literatura colombiana contemporánea, Lina María Pérez insistió en que su novela había sido escrita para “lectores inteligentes y sensibles”; sin embargo, por más que pensamos en un lector ideal de sus ficciones, la pobreza en el tratamiento de la realidad colombiana y la vanalización de temas que hacen parte del dolor nacional, nos conducen a pensar que su lector modelo está al interior de su propia novela y es Sandra, personaje superficial y emocionalmente dependiente que lleva a su amante Adolfo a preguntarse: “¿qué diablos hacia yo con una mujer que orinaba Chanel Número 5?” (113).
(Pulicado originalmente en Mohan: Estudios Literarios. Crítica y divulgación.)

Kevin Sedeño Guillén


Universidad Nacional de Colombia

Saturday, April 11, 2009

La Habana elegante (ahora peer-review) -Call for papers

Convocatoria

La Habana Elegante está preparando el número correspondiente a Septiembre de 2009. Invitamos a colegas de la academia y/o a escritores a enviarnos sus propuestas de artículos y/o de dossier. Los artículos deben ser inéditos y de alto valor académico y o literario. Estamos particularmente interesados en artículos que por su originalidad y creatividad constituyan verdaderas aportaciones al campo de los estudios cubanos, caribeños, latinoamericanos, trasatlánticos y de estética.

Para la edición de septiembre, con la que se inicia la transformación de la revista en un peer-reviewed journal, recibiremos artículos sobre: todos los autores y períodos literarios y culturales,el modernismo hispanoamericano,estética (aún si no caen dentro del campo de los estudios latinoamericanos) También aceptamos propuestas de reseña. Tanto los autores como las editoriales pueden enviarnos sus libros.

El plazo para el envío de artículos concluye el 30 de junio de 2009. Los mismos se enviarán como attachment a la siguiente dirección: fmoran@smu.edu

Los libros para reseñas se enviarán a:

Francisco Morán
Department of Foreign Languages and Literatures
Southern Methodist University
3200 Dyer Street 309 Clements Hall
Dallas, TX 75205

Call for Papers

La Habana Elegante’s next issue will be available in September, 2009. We invite our colleagues and writers to contribute with their academic and/or literary essays. We also welcome proposals for dossiers. All articles must be unpublished, and must meet a high academic and/or literary standard. We are particularly interested in articles that, because of their originality and creativity, will significantly contribute to their respective fields.

With September’s edition, La Habana Elegante will become a peer-reviewed academic journal. We will consider for publication in this issue: All authors and topics from all literary and cultural periods,Articles specifically dealing with Spanish American modernismo,Articles on aesthetic issues, even if they do not fall within the field of Latin American studies.

We accept books for review in our journal. Authors and publishing houses as well are invited to submit their works. Please, send them to the following address:

Francisco Morán
Department of Foreign Languages and Literatures
Southern Methodist University
3200 Dyer Street 309 Clements Hall
Dallas, TX 75205

The deadline for proposals of both articles and dossiers is June, 30, 2009.

Send your proposals of articles and/or dossiers to:Francisco Moran fmoran@smu.edu

8th CRI Conference on Cuban and Cuban-American Studies




SIPA School of International and Public Affairs


The Cuban Research Institute presents


Latin American and Caribbean Center


University Park, DM 353 305-348-2894



8th CRI Conference on Cuban and Cuban-American Studies


Cuba 2010: An Island in a Global World


February 4-6, 2010


Florida International University


Call for Papers and Panels


The Cuban Research Institute continues the tradition of convening scholars engaged in the study of Cuba and Cuban-Americans by announcing its 8th Conference. The overarching theme of the conference, “Cuba 2010: An Island in a Global World,” will focus on the current political, economic, cultural and social dynamics on the island and the diaspora in the light of a changing world. The following themes are suggested: 1) Politics and Economy (international relations and trade; insertion in the global economy; political culture; restructuring the state; legal framework; the state of the economy and equity; poverty; social welfare; sectoral analysis; corruption); 2) Social Actors and Issues (key social actors, including the Catholic Church and other religious institutions; civil society, social issues such as race, gay rights, and the role of women and youth); 3) Diaspora (economic, educational, and cultural profiles of diaspora communities; diversity within the community; political culture, public opinion, and behavioral tendencies; role in U.S.-Cuba policy; entrepreneurship capabilities) and 4) The Politics of Arts and Culture (the role of the intelligentsia; contemporary expressions of culture; role of technology and the media).


All papers will be considered, although we prefer proposals for panels. We encourage the submission of panels and papers within these four tracks but will consider all submissions on Cuba and its diaspora. Historical and comparative studies will also be welcome. Panels should include four paper presentations, a chair (who may be one of the presenters) and a discussant. Panels may include up to but no more than five paper presentations if they do not include a discussant. Participants may perform two roles at the conference (chair, discussant, roundtable participant, paper presenter) but may not present more than one paper. Submissions may be in English or Spanish.


Proposals for panels or roundtables must include a general description of the theme and 400 word abstracts of each participant’s paper. Presentations will be limited to 20 minutes. The following information must be submitted for each participant: full name, academic affiliation, preferred addresses, office and home phone numbers, fax, and e-mail address.

Persons wishing to submit individual papers must present a 400 word abstracts and all pertinent personal data. Forms for submittal of information are posted on website.


Deadline for submission of all paper and panel proposals is June 30, 2009. Notifications of acceptance (or refusal) will be sent out by October 1, 2009. For further information about the conference and other CRI activities, please see our website at http://cri.fiu.edu or call (305) 348-1991. All submissions and requests for organizational information should be sent to Uva de Aragón, Associate Director of the CRI at aragonu@fiu.edu. An acknowledgement of receipt will be sent. Submissions can also be sent to Cuban Research Institute, Florida International University, DM 363, University Park, Miami, FL 33199, Fax (305) 348-3593.

Friday, April 10, 2009

Mi Vvida


Es viernes santo (para mí ahora eso significa lo mismo que si fuera primero de mayo o veinte de julio). Llueve (la lluvia llega a través del cristal de la ventana) quedamente en Bogotá (que no en París aunque ya me duelen algunos huesos). La lluvia se verifica como la frontera que me separa de la gente que vive en la ciudad (aunque al otro lado de la pared de mi estudio duerma una persona en la que también es mi cama). Otra frontera, la frontera de los cuerpos, que ocupan (como sabe todo el que ha tenido la oportunidad de completar el bachillerato) un único e irremplazable lugar en el espacio, que no puede ser superpuesto ni sobreocupado (cosa que sí puede logarse en la condiciones de una barbacoa* habanera) por ningún otro cuerpo al mismo tiempo físico. El andrógino plátonico quizás sea la única solución rentable (aunque imaginada) al problema de la unicidad del ser (que es el de la soledad del ser), el de la imposibilidad definitiva de la unión completa entre los seres que se aman en carne y alma. Lo más cercano mostruosamente al ideal andrógino es el inseparable destino de las/los siameses.

La lluvia parece haberme conducido por terrenos oblicuos (la oblicuidad de las gotas que veo caer a través de mi ventana de cristal, entre el ruido esporádico de los carros -recuerdo- en Bogotá, no en La Habana ni en Jerusalén) en este día festivo en que debía continuar adelantando compromisos de mi mundo real: la entrega de un avance de uno de los proyectos de investigación del semestre, la terminación (que ya casi sale) de un proyecto financiable que se le desprende, mensajes electrónicos por contestar...

Pero estos días no han sido santos ni tan productivos (al ritmo de autoesclavitud fordiano autoimpuesto). El recuerdo de alguien que no está tan cerca (aunque lo parece, diría Roxete) me empuja hacia otro lado. Y como no puedo ir sin iniciar una persecusión, entonces me traslado a mi vida virtual, que cada vez se confunde un poco más con mi vida real, si es que esos terrenos existen y tienen fronteras tan definitivas como las que le otorgo a la lluvia que también escucho caer. Dormí muy tarde añoche mirando (un poco desde la sombra) otros cuerpos (algunos solitarios) esparcidos por Brasil, Puerto Rico y la basta geografía del norte, debatiéndose con su propia naturaleza y su placer en Cam4, pero el estar subconsciente de los deberes me ha despertado temprano, pero no a cumplirlos de inmediato, sino a confrontarme con la letra, leáse conmigo mismo, aunque mi/la escritura haya llegado a la gloria de su esencia impúdica (palabra que se me ha perdido durante unos segundos largos en que el teclado se ha detenido como felino rígido en el momento del ataque) en la era de Messenger, Blogger y YouTube. No estamos sólos en la letra, no completamento sólos (como me dice el número de tres dígitos que cuenta los que han curiosado en mi perfil de Blogger).

He alcanzado ya hoy en mi vida virtual (de aquí en adelante mi Vvida) a desearle buen viaje a mi colega María Rita Corticelli que viaja de Exeter a su Parma natal, en medio del dolor mediatizado de otro terremoto. De reojo he mirado que seres que nunca he visto personalmente (pero que han sido importantes en nuestra vida mediática, ver "Televisión") como la cantante Gema Corredera o la diva escrituraria Zoé Valdés aceptan día por medio mi invitación a ser "amigos" en Facebook (caras vemos). Mientras entra a mi correo instantáneo una conversación de chat de alguien que tengo agregado pero que no sé a ciencia cierta quién es (van y vienen como por las calles de esta urbe de más de diez millones de cuerpos en la que cabría toda la gloria y la miseria de mi Isla).

Y no sería raro, o sí lo es, que sucediera como ayer que pude chatear con la muy conocida escritora cubano americana Achy Obejas, saludar al estimado profesor brasileño Idelber Avelar de Tulane University o intercambiar ideas sobre la insularidad con la profesora judía newyorquina (¿?) Dara Goldman de University of Illinois. Todo eso sin salir físicamente de mi pequeño estudio bogotano. De momento siento que no he perdido todo el tiempo (si es que esa convención física realmente existe), sólo que las horas se han separado del espacio, no marchan en la misma dirección progresiva, sino como en hipertexto por los intereses que nos desplazan por el ajeno mundo Web que hay que poblar.

Ha dejado de llover en la calle 166 de Bogotá (quién sabe si en la 80 o en el centro cae un aguacero tropical o granizo hiriente). Siento ahota el ruido de los autos atravesando los charcos (y el de una lluvia grabada que encontré en YouTube y les dejo en el enlace). La persona que dormía al lado se ha levantado, deambula por el apartamento que hemos ido amoblando juntos. Sigo sólo. La lluvia no es la única frontera. Las mayores alegrías siguen estando para mí en mi bandeja de entrada cada mañana.
Kevin Sedeño Guillén