Conocí a Evelio en La Habana en los turbulentos años 90. De su mano asistí a varias sesiones de la Logia Mahachohan (?), de la Sociedad Teosófica de Cuba; junto a él hice filas para comer pastelillos inalcanzables y tomar te; estuve a su lado para dar la mano a Eliseo Diego a la salida de una iglesia del Vedado. De su boca escuche algunos de los ensayos más enigmáticos y eruditos que he oido en mi vida. Era un ser increible, un verdadero raro. Eramos una tropa que el dirigía y de la cual hacían también parte: Alaín, José Manuel Poveda, Jorge, Israel Gutiérrez y muchos más que ahora no puedo recordar por sus nombres. Creo que estamos en deuda con la obra ensayística y poética de Evelio Luis Capote. Su biblioteca había quedado en Cienfuegos o Matanzas, no puedo precisar. Al salir de Cuba se había casado con una magnífica mujer, quien debe conservar algunos de sus manuscritos. Creía en los duendes y en las hadas. Era un tipo de otro mundo. Nunca he conocido a alguien como él. Por eso les comparto estas notas de:
Heriberto Hernández Medina
En los grupos literarios hay siempre autores especialmente dotados que de alguna manera inciden en el resto. El caso de Evelio Luis Capote (1963-1997) pudiera ser el más interesante de los que en los inicios de la década de los ochenta formaban el llamado “grupo de Santa Clara”, aunque no todos, ni siquiera la mayoría, vivíamos en esa ciudad...
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