Friday, April 2, 2010

Manuel del Socorro Rodríguez (1758-1819): La poesía hispanoamericana entre dos canones nacionales en formación: Colombia y Cuba



Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia

     Parece existir cierto consenso entre los críticos en relación con que la poesía -en sus diversas manifestaciones- es el género más cultivado durante el período colonial en la Nueva Granada. Según plantea Ángel Rama, en el continente habría más productores de poesía que consumidores, al punto de que coincidieran ambas funciones en una misma persona, “…un circuito doblemente cerrado, pues además de girar internamente, nacía del poder virreinal y volvía laudatoriamente a él” (Rama, 1984: 26). Sin embargo, los críticos coinciden a su vez en considerar, que su abordaje editorial y crítico no ha estado en relación directa con su volumen de producción. A pesar de los cuestionamientos emitidos en torno a la calidad de esta poesía, tampoco parece haber dudas sobre la importancia de su conocimiento para “…la historia literaria, cultural, del gusto y de la actividad intelectual en Colombia” (Cristina, 1982: 498).
     En el período que abarca del siglo XVI al principio del XIX, la poesía neogranadina ha ido configurando un robusto canon compuesto por las Elegías de varones ilustres de Indias (1589, 1847), de Juan de Castellanos (1522-1607), “…el primer hombre de letras en quien se conjuga la voluntad de informar con la de estructurar el relato y de hacer utilización poética del lenguaje” (499); el Poema heroico (1666), de Hernando Domínguez Camargo (1606-1659), a propósito de quien encuentra oportunidad María Teresa Cristina para referirse a Manuel del Socorro Rodríguez, de quien dice que:   “…a pesar de estar el gongorismo tan alejado de sus gustos y concepciones estéticas, su voz fue la única que se levantó, tras siglo y medio de silencio, en defensa del Poema heroico en una vehemente apología que publicó en el Papel Periódico Ilustrado” (541); El desierto prodigioso o prodigio del desierto (1650?, 1984), de Pedro Solís y Valenzuela (1624-1711); la poesía de sor Francisca Josefa del Castillo (1671-1742), entre otros textos y autores.
     Coincidiendo con el reinado en España de Carlos III (1759-1788), en la segunda mitad del siglo XVIII americano, comienza un nuevo período conocido por la influencia desplegada por los “virreyes ilustrados”, que se habría caracterizado por profundas transformaciones económicas, políticas, sociales e intelectuales. La Ilustración, comprendida en el período entre 1760 y 1810, en el que habría predominado el estilo rococó-neoclásico (Fajardo Valenzuela, 2007: 50), que no se había logrado introducirse en el virreinato, como tampoco la imprenta -establecida temporalmente en la Nueva Granada en 1738-, encuentra entonces mejores condiciones para su asimilación: “De ahí que buena parte de la producción intelectual relativamente copiosa de la Nueva Granada quedara inédita o se perdiera” (Cristina, 1982: 516). Se da inicio entonces, según el decir del historiador Germán Posada Mejía, a “…la edad moderna de nuestra historia cultural” (Posada Mejía, 1959: 260).
     De igual modo, la fracasada reforma educativa propuesta por Francisco Antonio Moreno y Escandón, fiscal de la Real Audiencia, tiene en la creación de nuevas instituciones culturales, como la Real Biblioteca de Santa Fé de Bogotá, hoy Biblioteca Nacional de Colombia, inaugurada en 1777, una nueva posibilidad para ampliar el horizonte letrado de los criollos neogranadinos. Esta biblioteca, además de contar con gran cantidad de obras teológicas, provenientes de los fondos bibliográficos producto de la expulsión de los jesuitas de los territorios españoles de América, poseía colecciones completas de los clásicos griegos, latinos y españoles, ascendiendo en total a la cifra de 13.800 volúmenes. En 1778 se produce la definitiva introducción de la imprenta en la Nueva Granada, en 1782 se inicia la Expedición Botánica y finalizando el siglo se organizan las primeras tertulias literarias, que animarían la vida intelectual y política, y se inauguraría el Coliseo (1794), primer teatro permanente de la ciudad.
     Según María Teresa Cristina, historiadora de la literatura colombiana, el movimiento ilustrado en la Nueva Granada dio sus mejores frutos en el tratado, el ensayo y el periodismo, mientras que la poesía y la literatura en general habrían manifestado una singular pobreza (Cristina, 1982: 576). Esta valoración se hace extensible a la obra literaria del cubano Manuel del Socorro Rodríguez (1759?-1818?), vinculado al desarrollo inicial del periodismo en la Nueva Granada -consecuencia inmediata más visible del establecimiento definitivo de la imprenta-,  a la animación de la vida intelectual que tuvo como centro a la Real Biblioteca de Santa Fé de Bogotá y al auge de la denominada Tertulia Eutrapélica. De él afirma: “En la Nueva Granada el gran defensor del neoclasicismo fue Manuel del Socorro Rodríguez quien cultivó con escaso éxito la poesía en ese estilo y contribuyó a su difusión por medio de la Tertulia Eutropélica y el Papel Periódico” (578) (sic.). Con ese juicio desvalorizador, inicia y concluye a un tiempo su abordaje de la producción literaria de Rodríguez.
     Se hace necesaria una nueva lectura de la obra poética y ensayística de Manuel del Socorro Rodríguez, para acercarnos al papel secundario que se le ha conferido, en contraposición con su amplia y valiosa actividad cultural. En esta lectura revalorizadora sería necesario partir del planteamiento de carácter metodológico de Gutiérrez Girardot que refiere que: “Un análisis de la producción literaria que contribuya a la historia social de la literatura debe renunciar primeramente a la valoración estética, es decir, debe considerar cuantitativamente esa producción y luego tener en cuenta su contenido” (Gutiérrez Girardot, 1989: 46). En este abordaje conviene considerar también los planteamientos del profesor Diógenes Fajardo Valenzuela en relación con las relaciones entre la construcción del canon por las historias de la literatura colombiana y la construcción del sentido de Nación:

No hay que olvidar que “los canones literarios en Hispanoamérica han obedecido en parte, a necesidades de identidad nacional y cohesión política. Producir una historia literaria oficial unificada formaba parte de la tarea de producir una conciencia histórica nacional” (Jiménez 17). El solo hecho de hablar de una “literatura colombiana” hace explícita la persecución de ese objetivo (…) En términos generales, desde la obra de Vergara y Vergara se aprecia con nitidez el proyecto de lograr la legitimación de la clase dominante, mediante la reconstrucción del pasado. En consecuencia, se resaltan más las figuras que mejor representan los valores de la nueva sociedad –surgida luego del proceso de Independencia- y se presta menor atención al logro artístico o a la percepción estética de su obra (Fajardo Valenzuela, 2007: 46).

      Manuel del Socorro Rodríguez habría hecho parte de esa “…pléyade de religiosos, administradores, educadores, profesionales, escritores y múltiples servidores intelectuales”, cuya función era llevar adelante el sistema ordenado de la monarquía absoluta, para facilitar la jerarquización y concentración del poder, para cumplir su misión civilizadora” (Rama, 1984: 23, 25)[1]. Dirigió el Papel periódico de Santafé (1785), del que se llegaron a publicar 270 números y que incluyó en sus páginas, además de ensayos sobre ciencias naturales, medicina y filosofía, los escritos literarios debidos a los asiduos de la Tertulia Eutrapélica –también orientada por Rodríguez-, a la que asistían, entre otros, José Celestino Mutis, Francisco Antonio Zea, Francisco Javier Matiz, Francisco José de Caldas y Francisco Antonio Ulloa, los más notables representantes del pensamiento ilustrado en la Nueva Granada (Cristina, 1982: 574).
      Rodríguez, por extranjero y por partidario del partido realista, no hacía parte sin dudas, de las figuras “que mejor representan los valores de la nueva sociedad”. Una relectura de su obra literaria (poética y ensayista) desde una perspectiva cultural, permitiría revalorar desde una concepción extranacional el verdadero valor de sus aportes, sean estos del tipo y del grado que sean, labor no siempre atendida por las historias de la literatura colombiana en las que: “El valor estético de los textos queda reducido a pequeñas anotaciones, generalmente basadas en el contexto literario español. El análisis de las obras es muy escaso y, cuando se realiza, pocos historiadores van más allá del recuento del contenido o de la relación de las obras de los escritores americanos con los modelos estéticos establecidos por los europeos” (Fajardo Valenzuela, 2007: 53).
     En estas breves páginas hemos intentado establecer unas precisiones contextuales sobre el Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII, aún demasiado generales, que podrían conducirnos al establecimiento de la hipótesis de que el lugar secundario concedido a Manuel del Socorro Rodríguez en las historias de la literatura colombiana y de la literatura cubana, no se debería exclusivamente a cuestiones de orden estético, sino que sería resultado de la doble ajenitud del autor: por realista y extranjero para el canon revolucionario en formación en la Nueva Granada, por exiliado para el protocanon de la Cuba colonial.

Bibliografía citada:

Cristina, María Teresa. "La literatura en la conquista y la colonia." Manual de historia de Colombia. ed. Jaime Jaramillo Uribe. 2 ed. Vol. 1. Bogotá: Procultura, Instituto Colombiano de Cultura, 1982. 493-592.
Fajardo Valenzuela, Diógenes. "Anotaciones sobre literatura colonial y su historia." Leer la historia: Caminos a la historia de la literatura colombiana. Carmen Elisa Acosta Peńalosa... [et al.]. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura, Grupo Historia y Literatura, 2007. 23-59.
Gutiérrez Girardot, Rafael. "Conferencia del 11-XI-87." Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana. Bogotá: Ediciones Cave Canem, 1989. 13-33.
---. "Conferencia del 13-XI-87." Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana. Bogotá: Ediciones Cave Canem, 1989. 35-52.
Jiménez, David. Poesía y canon: los poetas como críticos en la formación del canon en la poesía moderna en Colombia. Bogotá: Norma, 2002. Cit. en Fajardo Valenzuela. Ob. cit. p. 46.
Posada Mejía, Germán. "Los orígenes de la cultura nacional en Colombia." Nuestra América: Notas de historia cultural. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1959. Cit. en Cristina. Ob. cit. p. 46.
Rama, Ángel. La ciudad letrada. Hanover, NH: Ediciones del Norte, 1984. Cit. en Fajardo Valenzuela. Ob. cit. p. 29, 44.


[1] Al preguntarse sobre la función social de la literatura colonial Gutiérrez Girardot plantea que: “Sería necio y simplón decir que ella tuvo la función de legitimar o justificar a la clase dominante. Pues en sociedades estructuradas por el principio “aristocrático” de la “casa grande” no cabe otra función, y sería ingenuo y de primitivo voluntarismo ahistórico reprochar a esas sociedades que no fueran democráticas” (1989: 42).

2 comments:

Alexis Romay said...

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chiquillor said...

Hola Kevin: me ha gustado mucho tu ensayo, especialmente porque hoy en día (bueno en EEUU) hay relativamente poca gente escribiendo sobre la poesía. Y como sabe, la poesía es lo que a mí me fascina. Algunas reacciones mías: 1. qué bien escrito está; explica todo de una manera muy clara 2. debería hacer que mis estudiantes lo lean para que aprendan a introducir las citas =) 3. se nota que a comparación, América Central - pero específicamente El Salvador - está en la periferia, hoy en día pero también durante la colonia. No éramos un lugar importante, como Cuba, o Cartagena, o la Antigua Guatemala. Me quedé pensando: Cómo será ser de un lugar importante para la colonia, y tener esa influencia española más fuerte, que hasta hoy en día se siente? Cómo será ser de un lugar donde hay gente a la que le importa estudiar estas cosas? (no como en El Salvador donde a muy poca gente le importan los libros, todavía tenemos un analfabetismo que ronda por el 45% si mal no me acuerdo, a nadie le importa el análisis literario, y los pocos recursos que tenemos para la investigación son viejos, o están perdidos, o se destruyeron en la guerra o por el descuido y el paso del tiempo). 4. Tal vez tu estudio me pueda ayudar con un proyecto mío - estoy tratando de transformar mi tesis en libro - pues aunque trabajo el siglo XX, las raíces de nuestra situación están en la colonia, y hay ciertas cosas que son díficles de entender, por ejemplo por qué en El Salvador se seguía escribiendo hasta el siglo diecinueve una poesía tan imitativa, poco original, que buscaba imitar la poesía española, y no la más actual. Yo tengo algunas ideas, pero tu ensayo me da otras. Espero poder citarlo a su debido tiempo. =) un abrazo, Raquel