Friday, November 28, 2008

Llamado a rodear solidariamente a la universidad colombiana


En los últimos meses diversos funcionarios del gobierno colombiano, desde el Presidente de la República hasta un fiscal, pasando por una senadora y varios concejales de Bogotá, han señalado en sus declaraciones o decisiones, en forma genérica y sin individualizar responsabilidades, a organizaciones estudiantiles o grupos dentro de la comunidad universitaria como colaboradores de la guerrilla.

Estos señalamientos han tenido un gran eco en los principales medios masivos de comunicación del país y han creado un ambiente general de estigmatización política y social de la universidad, especialmente de las instituciones públicas. En los últimos días, el grupo paramilitar las Águilas Negras ha aprovechado este acondicionamiento de la opinión pública para amenazar de muerte física o simbólica, como el destierro, a estudiantes y profesores de la Universidad Nacional de Colombia. En el pasado tales amenazas en otras instituciones de educación superior pública no sólo han tenido consecuencias mortales, sino que han conducido al control de algunas universidades regionales por este tipo de organizaciones y han atentado gravemente contra el derecho de la comunidad universitaria a la protesta y a la crítica razonada.

La militarización de los campus por cualquier actor armado, estatal, paraestatal o antiestatal, y la imposición en ellos de la lógica bélica, desvirtúa a la universidad como espacio para el debate libre y plural de las ideas y el conocimiento, y la transforma en un escenario donde se imponen los dogmas mediante el recurso unilateral y autoritario de las armas.

La sociedad colombiana tiene una larga lista de profesores y estudiantes asesinados por organizaciones armadas o grupos paramilitares como las Águilas Negras que se consideran a sí mismos y por la sola invocación de sus credos políticos como los jueces, fiscales y verdugos de los miembros de la comunidad universitaria que condenan a muerte.

La legitimidad de un Estado como el colombiano depende, entre otras causas, de su capacidad para garantizarles a sus ciudadanos la realización o el ejercicio de sus derechos fundamentales. En el caso de la universidades estas garantías deben contemplar el respeto irrestricto de su autonomía. Los funcionarios públicos tienen el deber de individualizar las responsabilidades de las personas que acusan por la comisión de un delito y de observar y hacer observar el debido proceso en cada una de sus partes, sin infamar a toda la colectividad, como ha venido ocurriendo con las universidades públicas y con algunas privadas.

Llamamos al Estado colombiano y a los medios de comunicación a terminar definitivamente con la estigmatización de la comunidad universitaria y a proteger, desde su competencia específica, la vida e integridad personal de todos y cada uno de sus miembros. De igual manera, invitamos a la sociedad colombiana a rodear solidariamente a las universidades públicas, rechazar las amenazas contra la comunidad universitaria y exigir la desarticulación inmediata de grupos paramilitares como las Águilas Negras y de las redes institucionales o parainstitucionales que les sirven de soporte. La autonomía, y los derechos a la protesta y la crítica razonada de las comunidades académicas son valores fundamentales de la democracia contemporánea y su desconocimiento conlleva a la entronización definitiva del totalitarismo.

Por consiguiente, lo invitamos a suscribir el llamado para rodear solidariamente a la universidad colombiana que acompaña a este correo electrónico.

Para tal efecto, es suficiente que manifieste su voluntad de suscribir el llamado y que envíe su nombre completo, el número de su documento de identidad, su nacionalidad y su profesión y oficio a la siguiente dirección electrónica: suscribollamamientoun@gmail.com
Esta iniciativa es promovida por Leopoldo Múnera, profesor asociado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia.

Saturday, November 22, 2008

En el círculo de Unión

Reinier Pérez-Hernández

El número 67 de Unión ofrece en sus páginas la posibilidad de reconocer algunos paradigmas de las letras, el pensamiento y las artes plásticas en Cuba. Desde el ensayo, se dialoga con la obra de autores como Severo Sarduy y Antonio Benítez Rojo, pero también con la del artista Flavio Garciandía.

El primer texto que abre las páginas de esta publicación se debe a Ivette Fuentes: “La cultura y la poesía como nuevos paradigmas filosóficos: versiones”. Se trata, como lo indica su título, de una reflexión que regresa a preocupaciones centrales dentro del pensamiento contemporáneo: el carácter dualizante –había escrito esquizo– de una “inteligencia” que insiste en separar modos de saber, “especializar” el conocimiento, incluso las expresiones que lo llevan a ser, para luego volver –otra vez con insistencia– al punto de reunión del conocimiento total. De ahí que este texto vuelva sobre los pasos de cómo se ha constituido el saber y expresado el conocimiento en relación con el ser humano, con el acto de creación poética y, además, con las circunstancias y la realidad que lo rodean. Es el orden que tratan de establecer entre una física y una metafísica.

Situado en la cuerda de la francofonía postestructuralista, Severo Sarduy es un autor cuya escritura llama la atención en el medio intelectual latinoamericano. Sobre una zona de la obra poética suya, que poca atención ha recibido por parte de la crítica, habla el ensayo de Cira Romero “Otro cuerpo de obra: sobre la poesía casi anónima de Severo Sarduy”. En él la autora destaca los diferentes estadios por los que pasó su poesía inicial antes de que Sarduy abandonara Cuba y se instalara en Francia. He aquí, pues, un momento en la obra de un escritor que alojó sus mayores intereses en la narrativa y el ensayo, quizás con modos que no renuncian a la poesía.

Un libro de Antonio Benítez Rojo -que dejó, como Sarduy, un corpus literario con el que hoy muchos nos estamos agenciando un discurso para comprender el saber y la conformación de la cultura latinoamericana y caribeña-, resulta objeto de análisis por parte de Kevin Sedeño Guillén en "Hacia una hermenéutica del texto caribeño". Se trata de La isla que se repite, un ensayo de Benítez Rojo que le ha dado muchas vueltas a los estudiosos y persigue identificar claves para la compresión de la cultura caribeña. Para Sedeño Guillén, ese volumen ensayístico supera el narcisismo insular de la cultura cubana, revela la textualidad caribeña y renueva los paradigmas de lecturas, necesarios para comprender el universo cultural del Caribe.

Por su parte, Hortensia Montero recapitula la trayectoria gráfica y pictórica de Flavio Garciandía, uno de los más destacados artistas plásticos cubanos contemporáneos. Con su ensayo, va transitando por las diferentes etapas y estilos que desde los años setenta han ido conformando el particular lenguaje visual de Garciandía, con sus intereses y propuestas conceptuales: hiperrealismo, neoexpresionismo abstracto y conceptualismo, como la que se observa en una de sus últimas acciones, Auge o decadencia del arte cubano, que realizara en marzo de 2006 para la pasada edición de la Bienal de La Habana.

De esta manera Unión va reconociendo el lugar que ocupa una zona de la obra de estos autores. He ido dejando en los párrafos anteriores las huellas ensayísticas de esta Unión, en cuyas páginas también se recogen textos narrativos y poéticos de autores, algunos referentes obligados para las letras cubanas actuales. Así, el lector podrá adentrarse no sólo en los estilos de la poesía de Carlos Esquivel, Elizabeth Díaz o Raúl Mesa, sino también en las historias que cuentan Laidi Fernández de Juan, Susana Haug Morales o Alberto Marrero.

Ya casi en los términos finales de esta entrega, aparece "Amor a la francesa", donde Jesús David Curbelo aporta sus versiones de quince poemas de amor escritos por autores de lengua francesa, como Saint-John Perse, Pierre Ronsard, Joachim du Bellay, Paul Verlaine, Víctor Hugo, José María de Heredia, y otros. Para finalizar, y no demorar más esta lectura, apunto los comentarios de Misael Verdazco sobre Escrito sobre el hielo, poemario de Alberto Rodríguez Tosca, y los de Emilio Barreto sobre A través de su espejo (acercamiento a la poética de Eliseo Diego), libro de ensayo de Ivette Fuentes.

Y así se cierra el círculo de esta Unión. Suyo es.

Unión No. 67, enero-diembre de 2007. ISSN 0864-1706.
Publicado en CubaLiteraria

Sunday, November 16, 2008

Representaciones literarias de la formación de la identidad británica: Siglos XVI –XVII


Willy Maley
Nation, State, and Empire in English Renaissance Literature: Shakespeare to Milton.
Palgrave Macmillan
Gordonsville, VA, USA, 2003. 185 p.
ISBN 0-333-64077- 2
Disponible vía http://site.ebrary.com/

Para John Kerrigan, que escribe las palabras iniciales de Nation, State, and Empire in English Renaissance Literature: Shakespeare to Milton (2003), del profesor Willy Maley, destaca en él: “…the mix of Irish and Scottish themes in his work (his sense of how significantly they interact)” (Kerrigan, 2003: xi)[1]; lo que lo haría un texto mixto en lo geográfico. Maley -identificado intelectualmente con la izquierda británica, en la tradición de Raymond Williams- se mostraría cercano en este libro al movimiento de la “new British history”, partiendo de sus posiciones para entender el Renacimiento literario (xii); así como también haría uso del lenguaje de la teoría postcolonial (xiii) y de la divisa de que “…to work in the field he has chosen is always a political act” (xvii). En lo teórico y en lo metodológico, el de Maley sería también un texto de mixturas.

Luego de este abordaje inicial que la lectura de Kerrigan nos permite, reseñaremos el primer texto propiamente dicho del libro de Maley: “Introduction: Fostering Discussion? From the Irish Question to the British Problem by Way of the English Renaissance”, en el que el autor declara personalmente haber recibido influencias del marxismo, la deconstrucción, el postcolonialismo y la Nueva Historia, y en el que subyace la hipótesis de que, en particular, la historia inglesa provee un útil punto de inicio para cualquier intento de mapear las representaciones literarias de la identidad británica en el período de la modernidad temprana (Maley, 2003: 2):

The essays collected here fasten upon the texts, minor and major, of key figures in the English Renaissance. In their discussions of drama and prose written between 1590 and 1650, a crucial formative period in the history of the British state, these essays, taken collectively, signal a shift in studies of nation, state and empire in the early modern period. That shift is from a preoccupation with Ireland as the exemplary site of English colonial activity, towards a recognition of the complex ways in which a problematic British identity is worked out -rehearsed, resisted, revised- in the texts of some of the most influential writers of the sixteenth and seventeenth centuries (3)

“’This sceptred Isle’: Shakespeare and the British Problem”, constituye el primer capítulo de Nation, State, and Empire y, según su autor, ofrece un panorama de los asuntos literarios e historiográficos que motivan esta colección de ensayos en su conjunto. El texto parte de la representación teatral This Sceptred Isle, que tuvo lugar en el verano de 1941 –en pleno ambiente de guerra- en el Westminter Theatre, en Londres; producida por G. Wilson Knight, importante crítico de Shakespeare y con el subtítulo ‘Dramatisation of Shakespeare’s Call to Great Britain in Time of War’. El análisis de Maley, que parte del “revue” mencionado, de otros escritos de Knight, de la crítica publicada en torno al espectáculo mencionado y de textos del propio Shakespeare (King John, The Tempest, Cymbeline, Henry V, Henry VIII, King Lear, Macbeth, Richard II, etc.), lo lleva a plantear en un primer momento que: “We find an elaboration of the British Problem in the plays of Shakespeare, works which, due to their position within the canon of English, are read historically as a contribution to the making of a national literature rather than the critique of a multinational state. Indeed Shakespeare’s texts offer a much more fragmented picture of British politics than that adumbrated by some radical English critics” (9). Como conclusión de este primer ensayo, podríamos afirmar con Maley que:

History is not to be found exclusively in the histories, nor do we have to confine the question of contemporary reference to that allusion to Essex’s Irish venture by the Chorus in Henry V. The politics of genre - and the question of history’s relation to the present - is rather more complex than the accepted classification of the plays will allow. By categorising as tragedies those later histories which deal with an earlier period in the development of the British polity, we deprive them of their historical specificity (28).

El segundo capítulo se titula “Postcolonial Cymbeline: Sovereignty and Succession from Roman to Renaissance Britain” y en él se articulan los paradigmas críticos de la teoría poscolonial y de la Nueva historia británica, para acercarse a la pregunta sobre el “problema británico” en el siglo XVII. La hipótesis al respecto es que: “Drawing on postcolonial theory, specifically the notion of mimicry, I shall argue that the process of national liberation in early modern England involves a repetition of the colonial project, a common feature of postcolonial discourse. This act of repetition, relished and resisted in equal measure, is implicit in Shakespeare’s Roman/ British play” (31). Aunque son leídos varios textos, es el drama titulado Cymbeline el que ocupa la atención central en esta parte, focalizada en las nociones de nacionalidad.

El capítulo 3 “Shakespeare, Holinshed, and Ireland: Resources and Con-texts”, toma dos fragmentos de la sección irlandesa de las Chronicles (1587) de Holinshed, e intenta mostrar como estos son adaptados por Shakespeare e incorporados en dos de sus más conocidos dramas: Richard II y Henry V, haciendo evidente de ese modo que: “Shakespeare appear less English, and certainly less anglocentric, than his critics have hitherto allowed (4). Los dos textos a analizar son la traducción que realizó John Hooker de The Conquest of Ireland (1188-1189), de Giraldus Cambrensis y “A Plaine and Perfect Description of Ireland”, una colección de materiales topográficos, históricos y anecdóticos realizada por Richard Stanyhurst.

“Forms of Discrimination in Spenser’s A View of the State of Ireland (1596; 1633): From Dialogue to Silence”, el capítulo 4, procede a realizar un seguimiento en detalle de la confusa cartografía cultural de Edmund Spenser (1552-1599), explorando –según Maley- un complejo geográfico de diferencias en el cual lo irlandés es desplazado, colocado fuera de lugar y finalmente forzado completamente fuera del mapa. Este capítulo constituiría un punto de giro del libro, en que el autor se concentra en mapear detalladamente el contexto irlandés en un poeta que pasó la mayor parte de su vida productiva en Irlanda. A View asume la forma del diálogo, lo cual no necesariamente implica una conversación amable o una discusión: “For Roland Smith, Spenser’s choice of form is a means of juxtaposing or opposing Ireland’s present state with its desired condition, so that the ‘dialogue form emphasizes his strong inclination to draw contrasts between the reality of his Irish surroundings and the more ideal conditions which his proposed reforms would bring about’”[2] (66). El ensayo de Maley se ha propuesto demostrar como: “Spenser’s English-oriented ethnogenesis, his concern with the Scythian connection as a way of asserting New English supremacy, reveals a preoccupation with the present, and with discrediting Spanish and Scottish claims to Ireland rather than debasing the Irish ‘themselves.’” (90)

El próximo capítulo, “’Another Britain’: Bacon’s Certain Considerations Touching the Plantation in Ireland” (1606; 1657)” trata sobre Francis Bacon (1561-1626), uno de los más importantes ensayistas y teóricos políticos del renacimiento inglés. El texto analizado es Certain Consideración Touching the Plantation in Ireland (1609; 1657), un ensayo corto de aproximadamente 4500 palabras, leído por Maley en relación con el debate en torno a la formación de la identidad británica que se realiza en el poco conocido tratado de Bacon, condicionado por la ubicación de sus puntos de vista sobre la plantación en Ulster al final del siglo diecisiete.

La lectura del drama histórico de John Ford titulado Perkin Warbeck (1633) – la historia de un pretendiente que trata de usurpar el trono de Henry VII, rey de Inglaterra y Gales- es el objeto del sexto capítulo: “Fording the Nation: Abridging History in Perkin Warbeck (1633)”. Maley ha analizado aquí como Perkin Warbeck marca el regreso del drama histórico del tipo que era practicado por Shakespeare: “What makes Perkin Warbeck ‘British’ in a way that Shakespeare’s English histories are not is Ford’s subtle and varied use of the so-called Celtic fringe of a state that was sufficiently established by the 1630s to be feeling its first tremors, especially from Scotland, where key stages of its action unfold” (5). El capítulo final se titula “Milton’s Observations (1649) and ‘the complication of interests’ in Early Modern Ireland”, y en él, según Maley:

What this reading of Milton’s brief and troubling tract uncovers, however, is not the anti-Irish diatribe which apologists and opponents of Milton alike have envisaged (...) Whether or not we see Milton as a poet against empire or an advocate of colonialism, like the ‘sage and serious’ Spenser whom he so admired, the fact remains that between the Irish question and the British problem, the undiscovered country is England - unrevolutionary England (5).

Los ensayos recogidos por Willy Maley en Nation, State, and Empire in English Renaissance Literature se inscriben en el campo de la historia moderna irlandesa y de la nueva historia británica, haciendo énfasis en el poder del lenguaje y la literatura en la creación de identidades nacionales y coloniales. De las lecturas realizadas en este ámbito se concluye que: “English is a colonising culture, and its investment in empire is first and foremost bound up with the invention of Britain, a creative enterprise in which the writers whose work is examined here played a double part, as advocates and cross-examiners, witnesses for the defence and for the prosecution” (5-6).

[1] Kerrigan, John. “Foreword”. Maley. Ob. cit. pp. xi-xvii.

[2] Roland M. Smith. “Spenser’s tale of the two sons of Milesio”. Modern Language Quarterly. 3, 4, 1942. p. 554.

Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia

“La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas” - Reseña

Derrida, Jacques. “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”. La escritura y la diferencia; tr. Patricia Peñalver. Barcelona: Editorial Anthropos, 1989. 383-401.


Derrida comienza este texto dando cuenta del acaecimiento de lo que denomina un “’acontecimiento” en el concepto de estructura, marcado externamente según él por una ruptura y un desdoblamiento. El concepto central del movimiento estructuralista sería tan antiguo como la propia episteme, viéndose obligado a precisar que esta estructura o “la estructuralidad de la estructura, aunque siempre haya estado funcionando, se ha encontrado siempre neutralizada, reducida: mediante un gesto consistente en darle un centro, en referirla a un punto de presencia, a un origen fijo” (383). No podemos menos que leer en esta afirmación derridiana, una puesta en cuestión de las complicidades de la experiencia estructuralista con la historia de la metafísica, a la vez que mea culpa entonada en un momento de desplazamiento de su propia escritura crítica.

La utilización del juego, concepto de raigambre antropológica, le permite dar cuenta de una organización de la estructura constituida por un centro que: “…en cuanto centro, es el punto donde ya no es posible la sustitución de los contenidos, de los elementos, de los términos” (384). Sin embargo, señala la paradoja de que ese centro que rige la estructura, se ausenta de su estructuralidad, es decir, es interno y externo a un tiempo en cuanto a ella. Es precisamente en la determinación de este centro, que “…recibe indiferentemente los nombres de origen o de fin, de arkhé o de telos, [que] las repeticiones, las sustituciones, las transformaciones, las permutaciones quedan siempre cogidas en una historia de sentido –es decir, una historia sin más-cuyo origen siempre puede despertarse, o anticipar su fin, en la forma de la presencia” (384). Y es aquí donde Derrida identifica la complicidad epistemológica subyacente en la relación entre el estructuralismo y la metafísica occidental a la que este había creído escapar.

La historia del concepto de estructura nos enfrentaría entonces a una cadena de sustituciones de unos centros por otros, cuya matriz sería: “…la determinación del ser como presencia en todos los sentidos de esa palabra. Se podría mostrar que todos los nombres del fundamento, del principio o de centro han designado siempre lo invariante de una presencia (eidos, arché, telos, energeia, ousía [esencia, existencia, sustancia, sujeto], aletheia, trascendentalidad, consciencia, Dios, hombre, etc.” (385). En este sentido el acontecimiento enunciado al principio del texto estaría vinculado con una nueva perspectiva en que “…se ha tenido que empezar a pensar que no había centro, que el centro no podía pensarse en la forma de un ente presente, que el centro no tenía lugar natural, que no era un lugar fijo sino una función, una especie de no-lugar en el que se representaban sustituciones de signos hasta el infinito” (385). La pérdida de centro de la estructura conduciría a la predominancia del discurso como “…sistema en el que el significado central, originario o trascendental no está nunca absolutamente presente fuera de un sistema de diferencias” (385).

Pero Derrida no pretende atribuirse de forma explícita la autoría del descentramiento de la estructuralidad de la estructura y se remite a unos ilustres antecedentes: Nietzsche en su crítica de la metafísica, Freud enfrentado a la presencia y Heidegger contra la metafísica, la onto-teología y la determinación del ser como presencia. Aunque al acudir a ellos se vea obligado a constatar que también se encuentran atrapados en el círculo de lo que denomina la “relación entre la historia de la metafísica y la destrucción de la historia de la metafísica” (386). De allí su planteamiento de que es imposible hacer tabla raza de la epistemología metafísica, haciéndose necesario cohabitar con sus conceptos de manera metodológica, argumento que ejemplifica, como tributo, con la obra del antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss.

Estas condiciones de producción del discurso obligarían a realizar la crítica de los conceptos al mismo tiempo que hacemos uso de ellos, como un mal necesario, dando cuenta entonces de la complicidad de los conceptos heredados con la historia de la metafísica: “…el lenguaje lleva en sí mismo la necesidad de su propia crítica” (390). En este camino Derrida identifica dos posibles vías: el cuestionamiento de la historia de los conceptos –en una perspectiva similar a la Nietzsche- o la opción de Lévi-Strauss, “…dentro del orden del descubrimiento empírico, en conservar, denunciando aquí y allá sus límites, todos esos viejos conceptos: como instrumentos que pueden servir todavía” (390).

En lo que sigue del texto, Derrida se ocupa en profundidad de algunos aspectos centrales de la “ciencia estructural de los mitos” propuesta por Lévi-Strauss, lo que le implica de manera quizás tangencial recurrir a las nociones que ha establecido en su texto y que hemos reseñado hasta aquí. De esto se desprenden algunas conclusiones generales de las que quisiéramos destacar que “…no se puede describir la propiedad de la organización estructural a no ser dejando de tener en cuenta, en el momento mismo de esa descripción, sus condiciones pasadas: omitiendo plantear el problema del paso de una estructura a otra, poniendo entre paréntesis la historia” (399). Esta puesta entre paréntesis de la historia, como marca ineludible de la propia historia de la metafísica le permite afirmar, entre nostálgico y esperanzado que:

Hay, pues, dos interpretaciones de la interpretación, de la estructura, del signo y del juego. Una pretende descifrar, sueña con descifrar una verdad o un origen que se sustraigan al juego y al origen del signo, y que vive como un exilio la necesidad de la interpretación. La otra, que no está ya vuelta hacia el origen, afirma el juego e intenta pasar más allá del hombre y del humanismo, dado que el nombre del hombre es el nombre de ese ser que, a través de la historia de la metafísica o de la onto-teología, es decir, del conjunto de su historia, ha soñado con la presencia plena, el fundamento tranquilizador, el origen y el final del juego (400-401)

Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia

El coronel sí tiene quien le escriba: Esperanza y escepticismo en el mundo caribeño de Gabriel García Márquez

“El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más que una cucharadita” (7). Así comienza la novela El coronel no tiene quien le escriba (1961) [1] , de Gabriel García Márquez y desde esta primera oración el autor nos enfrenta con el mundo de carencias materiales que veremos padecer al protagonista a lo largo de toda la historia, quien se enfrenta a ella con toda la tenacidad de que es capaz un olvidado héroe de la guerra. Este carácter predictivo es propio de las primeras oraciones de algunas de las novelas más conocidas de este autor[2].

La actitud de “confiada e inocente expectativa” (7) que asume el Coronel ante las adversidades, se convertiría en una estrategia de subsistencia que caracterizará su actuación entre resignada y esperanzada, en una vida en que “octubre era una de las pocas cosas que llegaban” (7). No llegan cartas, no llega su pensión de veterano de la guerra, no llega el reconocimiento social. Es el continuo enfrentamiento entre una tenue pero constante esperanza y la fatalidad del tiempo que pasa inexorable, como en el conjunto simbólico que se nos presenta en la siguiente descripción: “En la pared opuesta a la del reloj, el cuadro de una mujer entre tules rodeada de amorines en una barca cargada de rosas” (8).

En este pueblo ribereño en que la presencia del agua y la agresividad del clima delatan su filiación caribeña, la última esperanza está signada en las patas del gallo que ha quedado a este viejo y desamparado matrimonio tras la muerte violenta de su hijo. No es sólo una esperanza de estos viejos, sino una ilusión colectiva. Pero no veremos al gallo ni ganar ni perder en el espacio de la novela. Más atención que el destino final de estas vidas merece su devenir, su tenacidad, su contradictoria esperanza que parece ilusoria.

La esperanza puede resultar vergonzosa en este mundo de permanente desilusión y como tal, tomada como algo que ofende el sentido común. Es necesario disimularla, como en la pueril actuación del Coronel ante la ausencia de cartas: “No esperaba nada” (18) – dice, él que ha visto pasar su vida esperando con una esperanza renovada cada vía. La carta, como el gallo, es símbolo de esa esperanza constantemente escamoteada, burlada, pero que permanece: “…la esperanza de la carta” (37-38).

“-La ilusión no se come – dijo la mujer” (48), tema que se repite más adelante cuando ella misma afirma que “…la dignidad no se come” (51). El pragmatismo desalentado de la esposa confronta la continua esperanza del Coronel, es su contradictora, su conciencia de la difícil realidad:

- Tengo la impresión de que esa plata no llegará nunca – dijo la mujer.
- Llegará.
- Y si no llega (69).

“Mierda” (73) es la cruda, pero aún esperanzada respuesta del Coronel. Esta confrontación final entre el pragmatismo de la mujer y el idealismo esperanzado del hombre, pone de relieve el desenlace no previsto en la novela. Si la carta era una esperanza viable, un premio merecido, resultado de una actuación valerosa, con el gallo la esperanza se confunde con el azar de unas patas enfrentadas, para terminar degradándose totalmente al asumir la forma del excremento humano. El coronel no tiene quien le escriba presenta la continua degradación de la esperanza en un mundo donde cualquier solución racional de continuidad es improbable, pero donde esta sobrevive como una anomalía, como una aberración que ningún pragmatismo desilusionado puede extinguir.

[1] Cito aquí por la edición de Norma, 1982.

[2] Véase al respecto Cien años de soledad (1967) (“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”) y Crónica de una muerte anunciada (1981) (“El día en que lo iban a matar, Santiago Nazar se levantó…”). Este tema lo he tratado en el artículo: “Tragedia, trasgresión y muerte ritual en la narrativa caribeña: Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez y Tú, la oscuridad, de Mayra Montero”. La narrativa de Mayra Montero: Hacia una literatura transnacional caribeña; Kevin Sedeño Guillén y Madeline Cámara, eds.; pról. Madeline Cámara. Valencia, España: Aduana Vieja, 2008. pp. 177-202 (coautor con Doris Álvarez Ortega y Rocío Mattos Arévalo).


Kevin Sedeño Guillén

Universidad Nacional de Colombia

“Interacción discursiva” - Reseña


Voloshinov, Valentin N. (1929). “Interacción discursiva”. El marxismo y la filosofía del lenguaje; tr. de Tatiana Bubnova. Madrid: Alianza editorial, 1992. 118-137.

En este capítulo Mijaíl M. Bajtín se dedica a refutar los planteamientos de la escuela lingüística del subjetivismo idealista, cuyo origen encuentra relacionado con el movimiento romántico. Su análisis parte de la teoría de la expresión, formulada por esta corriente lingüística, a la que considera errónea, pues considera que: “No hay vivencia fuera de su encarnación sígnica. Por consiguiente, desde un principio ni siquiera puede plantearse una diferencia cualitativa entre lo interno y lo externo” (120). Es decir, que la expresión-enunciado se encontraría determinada por las condiciones reales del enunciado y por la “situación social inmediata”.

Sería necesario un proceso de objetivación para que la conciencia exprese su materialidad: “…la conciencia en cuanto expresión material organizada (mediante el material ideológico de la palabra, del sonido, del signo, del dibujo, del color, de la música, etc.) es un hecho objetivo y una enorme fuerza social” (126-127). Mientras esta no se expresa, es para Bajtín sólo un “embrión intradiscursivo de la expresión”, con un muy pequeño campo de acción: “Pero al pasar por todas las fases de la objetivación social y al ingresar en el campo de fuerzas de la ciencia, del arte, de la moral, del derecho, se convierte en una fuerza real y es capaz incluso de realizar una influencia inversa sobre las bases económicas de la vida social” (127). Por otro lado Bajtín analiza cómo los sistemas ideológicos (moral social, ciencia, arte y religión) toman forma en la ideología cotidiana y a la vez influyen sobre ella. En los planos inferiores de la ideología cotidiana los elementos biográficos jugarían un importante papel, pero con el fortalecimiento de un sistema ideológico dejarían de ser influyentes.

Sus conclusiones, que pudiéramos ubicar en el campo de la sociolingüística y del análisis del discurso, parten de que: “El centro organizador de cada enunciado, de cada expresión no se encuentra adentro, sino afuera: en el medio social que rodea al individuo” (130). Reivindica el carácter ideológico del lenguaje al plantear que: “La realidad concreta del lenguaje en cuanto discurso no es el sistema abstracto de formas lingüísticas, ni tampoco una enunciación monológica y aislada, ni el acto psicofísico de su realización, sino el acontecimiento social de interacción discursiva, llevada a cabo mediante la enunciación y plasmada en enunciados” (132). De ese modo se enfrenta a las concepciones saussureanas, restableciendo el vínculo roto por este entre el lenguaje y la realidad. Presta atención también al libro como una “actuación discursiva impresa” que haría parte de la comunicación discursiva. Los enunciados serían a su vez para Bajtín, sólo un momento de la comunicación discursiva, en sus manifestaciones cotidianas, literarias, políticas, etc.; de ahí que para él: “La comunicación discursiva jamás puede ser comprendida y explicada fuera del vínculo con una situación concreta” (133).

Kevin Sedeño Guillén
Universidad Nacional de Colombia

Monday, November 3, 2008

Como el ave fénix: Revista Unión


Yannis Lobaina

Y para los amantes de los temas culturales tratados en una revista, reaparece el No. 65, enero-diciembre 2007, de la Revista de Literatura y Arte: Unión.

Será presentado este jueves 23 de octubre, a las 4:00 p.m., en la sala Villena de la UNEAC. La presentación de la tan esperada revista, demorada casi ocho meses, estará a cargo de su ex director Enrique Sainz y su nueva directora Nancy Morejón. El ultimo número de esta revista, fue lanzado en la recién celebrada Feria Internacional del Libro 2007, en un número doble, 63/64 dedicado a la literatura para niños y jóvenes, con algunas reflexiones sobre la creación infantil.

Este No. 65/ 2007, resume algunos de los trabajos realizados durante el año, entre ellos se destaca el trabajo de la investigadora y ensayista, Ivette Fuentes, que nos hace reflexionar sobre la cultura y la poesía como nuevos paradigmas filosóficos. Desde las Tunas el poeta y narrador, Carlos Esquivel nos brinda algunos de sus poemas mas recientes. La investigadora Cira Romero, nos lleva por los recónditos caminos de la poesía de Severo Sarduy, por otro lado la narradora- médico, Laidi Fernández de Juan nos regala dos cuentos, El beso, y De Jue a Dom, ambos cuentos los podemos encontrar en su mas reciente libro La vida tomada de Maria E, publicado por Ediciones Unión. Kevin Sedeño Guillén, nos lleva hacia una hermenéutica del texto caribeño. Mientras que, el multifacético, poeta, narrador, ensayista, traductor y editor, Jesús David Curbelo nos da una muestra de la poesía francesa.

Las imágenes de este número son reproducciones de obras plásticas de Flavio Garciandía y fueron tomadas de la multimedia sobre el pintor, realizada por Cristina Vives, como parte del proyecto “Auge o decadencia del arte cubano”.Este jueves 23 a las 4:00 p.m., el público presente podrá dialogar con los nuevos integrantes de la revista, Ernesto Pérez Chang su nuevo subdirector, piensa que la revista Unión, continúa siendo una revista necesaria para la cultura cubana puesto que brinda espacios para el análisis profundo de aquellos temas sobre arte y literatura que en otras revistas son sólo superficialmente abordados. Unión no debe limitarse exclusivamente a reflejar el pensamiento y la creación actuales, debe estimularlos, crear las condiciones para un debate plural, diverso, genuino y divorciado de cualquier tipo de banalidad y torpeza ideológica.
(Tomado de "Noticias" de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), 29/10/2008)